5 errores en la crianza de tus hijos que marcarán su conducta

19 de junio | 2025

Introducción

La formación de un hijo, sin duda, es una de las tareas más importantes y desafiantes que puedan existir. La forma en que les ayudamos a desarrollarse influye directamente en su conducta, su autoestima y su desarrollo emocional. A menudo, sin darnos cuenta, cometemos faltas que pueden dejar huellas profundas tanto en su comportamiento como en la forma que piensan y se relacionan con el mundo. 

Identificamos en este post 5 errores habituales en la educación de nuestros hijos que pueden marcar su conducta a largo plazo. Además, te ofrecemos alternativas más positivas porque no se trata de juzgar, sino de reflexionar y mejorar. Reconocer los desaciertos nos permitirá corregirlos a tiempo no sólo para mejorar la relación con nuestros hijos sino también para contribuir a que su desarrollo sea saludable y equilibrado.

Sigue leyendo y descubre si estás cometiendo ya alguno de estos errores. Estás a tiempo de rectificar.

Índice de contenidos:

  1. 1) Falta de límites claros y coherentes
  2. 2) Sobreprotección y falta de autonomía
  3. 3) Comunicación deficiente y falta de atención emocional
  4. 4) Comparaciones y expectativas poco realistas
  5. 5) Estilos de crianza extremos: autoritarismo o permisividad
 

1) Falta de límites claros y coherentes

Uno de los errores más frecuentes en la crianza es no establecer normas claras o cambiarlas constantemente según nuestro estado de ánimo. Los niños necesitan saber qué se espera de ellos. Cuando las reglas no están bien definidas o se aplican de forma inconsistente, el pequeño se siente confundido, inseguro y con dificultad para desarrollar autocontrol. Imagina que hoy le gritas por saltar en el sofá, pero mañana, porque estás cansado, no le dices nada.

El mensaje es contradictorio y puede derivar en comportamientos desafiantes, berrinches o desobediencia, no porque el niño sea 'malo', sino porque no entiende los límites realesPara evitarlo, es importante definir normas claras y mantenerlas en el tiempo. Si ambos padres participan en la crianza, es esencial que estén alineados. Un niño que sabe cuáles son las reglas y confía en que se aplicarán con justicia, se siente más seguro y aprende a autorregularse.


 

2) Sobreprotección y falta de autonomía

Muchos padres quieren evitar que sus hijos sufran o se equivoquen y por eso los protegen en exceso. Aunque esto nace del amor, el resultado puede ser perjudicial. La sobreprotección impide que el niño aprenda a enfrentarse a los problemas, tomar decisiones o asumir responsabilidades. Un niño sobreprotegido no desarrolla confianza en sí mismo. Si siempre le resuelves los conflictos, no le permites equivocarse ni asumir pequeños retos, crecerá inseguro y con miedo al fracaso. Las consecuencias: ansiedad, baja autoestima o dependencia excesiva.

Darles autonomía no significa dejar que hagan todo solos sino acompañarlos en el proceso, guiarlos y permitirles que vivan las consecuencias naturales de sus actos. Por ejemplo, si se olvida la tarea, en vez de llevársela al colegio, deja que aprenda la importancia de la responsabilidadInvolúcralos en pequeñas decisiones, enséñales a solucionar conflictos y celebra sus logros, por pequeños que sean. Les proporcionará seguridad, independencia y una mejor conducta.

 

3) Comunicación deficiente y falta de atención emocional

Los niños, al igual que los adultos, necesitan sentirse escuchados y comprendidos. A veces, en el ritmo del día a día, no prestamos suficiente atención a sus emociones. Minimizar lo que sienten o responder con frases como "no es para tanto" o "deja de llorar", puede generar que el niño reprima sus sentimientos o busque llamar la atención con mal comportamiento.

Una comunicación deficiente también implica no explicar las razones de las normas, no interesarnos por su mundo o no tener momentos de calidad con ellos. Si un niño no se siente visto o validado, buscará la manera de obtener esa atención, a veces con conductas desafiantesPara mejorarlo, dedica tiempo a hablar con tu hijo sin distracciones, escúchalo activamente y valida lo que siente.

No se trata de darle siempre la razón, sino de mostrar empatía. Por ejemplo: "Entiendo que estés triste porque no pudiste jugar. Es difícil cuando las cosas no salen como queremos". También es importante hablar con respeto, incluso cuando corregimos. Evita los gritos, las amenazas o los castigos humillantes. El objetivo es enseñar, no imponer. Una buena comunicación fortalece el vínculo, mejora la conducta y les enseña a expresar lo que sienten de forma sana.


 

4) Comparaciones y expectativas poco realistas

Comparar a los hijos entre sí o con otros niños es un error muy común y muy dañino. Frases como "tu hermano lo hace mejor" o "cuando yo tenía tu edad ya hacía eso" afectan directamente la autoestima del niño. Le hacen sentir que no es suficiente, que no cumple con lo esperado. Cada niño tiene su ritmo, su personalidad y sus talentos. Esperar que todos actúen igual o se desarrollen al mismo tiempo es injusto. Las comparaciones generan rivalidad entre hermanos, resentimiento y desmotivación. En lugar de impulsarlos, los frenan.

Del mismo modo, tener expectativas poco realistas también genera frustración. A veces, queremos que nuestros hijos se comporten como adultos pequeños, olvidando que están en proceso de aprendizaje. Exigirles más de lo que pueden dar solo aumenta su ansiedadLo mejor que podemos hacer es observar a nuestros hijos con atención y aceptarlos como son.

Valorar sus logros, por pequeños que parezcan, y apoyarlos en sus dificultades. En vez de decir "deberías ser como...", podemos decir "veo que lo intentaste, estoy orgulloso de ti". Aceptar su individualidad fortalece su autoestima y mejora su comportamiento. Un niño que se siente amado y valorado tal como es, se comporta mejor y tiene más ganas de superarse.

 

5) Estilos de crianza extremos: autoritarismo o permisividad

Encontrar el equilibrio en la crianza no es fácil. Algunos padres tienden a ser muy autoritarios: imponen las reglas con rigidez, exigen obediencia sin explicaciones y castigan con severidad. Otros son demasiado permisivos: no ponen límites claros y dejan que el niño haga lo que quiera. Ambos extremos pueden perjudicar seriamente el desarrollo del niño. El autoritarismo genera miedo, baja autoestima y rebeldía. El niño obedece por temor, no porque entienda el valor de las normas. En cambio, la permisividad puede hacer que el niño se vuelva inseguro, egoísta o incapaz de tolerar la frustración.

La alternativa es una crianza equilibrada, también llamada crianza respetuosa o con autoridad positiva. Este enfoque combina firmeza con afecto. Se establecen reglas claras, se explican los motivos y se aplican consecuencias justas, pero siempre desde el respeto y la empatía. Por ejemplo, en vez de gritar porque el niño no recoge sus juguetes, puedes decir: "Entiendo que no quieres recoger ahora, pero si no lo haces, no habrá tiempo para ver tu serie más tarde". De esta forma, el niño aprende que sus actos tienen consecuencias, sin sentirse humillado o rechazado.

Educar desde el equilibrio ayuda a los niños a desarrollarse en un entorno seguro, donde saben qué se espera de ellos, pero también se sienten comprendidos y amados. Todo esto acabará reflejado en una mejor conducta, mayor autoestima y habilidades para la vida.

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