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03 de abril | 2023
Todos los niños de alguna u otra manera pasan por períodos de mal comportamiento y adoptan conductas disruptivas. ¿A qué nos referimos? Seguro que reconoces algunas: tu hijo o alumna se niega a hacer lo que se le pide; adopta una actitud hostil y no deja que otros hablen; se enfada constantemente o se pelea; o tiene un comportamiento pasivo-agresivo. En este artículo vas a poder identificar más ejemplos de estas conductas.
Es importante descubrir las causas y hacer algo al respecto lo antes posible. Es posible que el pequeño sufra de algún tipo de trastorno, ya sea por déficit de atención o desafiante o que tenga problemas en casa o sociales. Es el momento de descubrirlo. Si no es un trastorno, te ofrecemos aquí unas recomendaciones para enfrentarte a ese tipo de comportamientos tanto en el aula como en casa.
Aprende cómo establecer reglas claras, mantener la calma y corregir conductas disruptivas desde primaria.
Las conductas disruptivas son todos aquellos comportamientos asociados a la desobediencia, al incumplimiento de normas y desconocimiento de los límites. Se trata de conductas antisociales pues difieren de las pautas de comportamiento establecidos aunque pueden ocurrir en cualquier etapa del desarrollo del ser humano.
Estas conductas se presentan y estudian con mayor vehemencia durante la niñez, teniendo especial atención en la frecuencia de las mismas: es natural que ocurra una conducta disruptiva ocasionalmente pues su frecuencia constante podría indicar algún tipo de trastorno como TND (Trastorno Negativista Desafiante) o TADH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
Hay que prestar mucha atención a las conductas disruptivas, pues si bien la desobediencia no es indicativo definitivo de algún trastorno, sí que se trata de uno de los comportamientos que más preocupación genera a padres y maestros pues amenaza la armonía y paz de la sociedad. En el aula, dificultan el proceso de enseñanza / aprendizaje y atención de todo el grupo.
Es normal que se presenten conductas disruptivas en cualquier etapa del desarrollo evolutivo del ser humano. Sin embargo, que sea natural no significa que haya que dejarlo pasar pues los adultos tienen la responsabilidad de establecer límites en los niños para que puedan desarrollarse adecuadamente.
Las conductas disruptivas suelen aparecer en la infancia por dos motivos: la incapacidad del niño de distinguir lo que está bien y lo que está mal y su interés en saber hasta dónde llegan sus límites. La falta de límites durante la infancia ocasionará problemas mayores durante la adolescencia.
Ejemplos claros de conductas disruptivas son los siguientes:
- Actitud hostil o pasivo-agresiva.
- Poco o nulo contacto visual.
- Actitud vengativa.
- Facilidad para enojarse.
- Negación constante a lo que se le pide.
- Ignorar a quien habla.
- Intimidar a los demás y ser agresivo.
- Escupir.
- No dejar que otras personas hablen.
- Robar.
Para Sanders y Hendry (1997), las conductas disruptivas “entorpecen el orden y la disciplina en la escuela y el bienestar educativo de los alumnos escolarizados”.
Un alumno que:
- Interrumpe constante e intencionadamente mientras el maestro explica o cuando los otros alumnos hacen actividades.
- Desobedece las normas del aula.
- Pelea.
- Hace ruidos molestos.
- Llega tarde a clases.
- No trae el material escolar.
- Hace mal uso del mobiliario de la escuela, etc.
Es un alumno que manifiesta conductas disruptivas y que puede ocurrir por diversas causas: conflictos personales del alumno, ausencia de rutinas, falta de normas en casa, escasez de capacidades sociales o falta de motivación escolar. Para entenderlo, el maestro debe reunirse con la familia del alumno en cuestión para estudiar qué ocurre y comprender su entorno. También es necesario que lleve un registro de las conductas, sus antecedentes y las consecuencias.
Por ejemplo, según la CECODAP, durante la pandemia aumentaron los casos de alteraciones del ánimo en los pequeños. Muchos comportamientos disruptivos ocurren por venir de dinámicas familiares hostiles y violentas.
También es necesario poner en práctica los programas de actuación en base a los principios neuropsicológicos y educación actuales. Es decir:
- Trabajar las emociones del niño y el control de sus impulsos. Con esta estrategia, el alumno hará una autoobservación de su comportamiento, detectará su comportamiento disruptivo y lo inhibirá.
- Fomentar la empatía: El alumno debe aprender a reconocer sus deseos y estados de ánimo pero también el de los otros lo que mejorará sus habilidades sociales.
- Darle a conocer técnicas para reducir la ansiedad en el aula.
- Crear un ambiente relajado en el aula. También será positivo cambiar la técnica de enseñanza por una más visual.
- Entrenar al niño en sus funciones ejecutivas: capacidades para procesar y organizar información, la toma de decisiones y gestionar respuestas emocionales. Así tendrá relaciones interpersonales adecuadas.
- Asignar responsabilidades sociales en el aula y hacerle partícipe en la elaboración de normas en clase.
- Potenciar el trabajo colaborativo con similares.
La intención es que el alumno que presenta dichas conductas se involucre y se sienta seguro en el aula descubriendo sus aptitudes y potencialidades.
El docente también debe:
- Mantener el autocontrol: No te dejes manipular. Mantén la calma y no levantes tu tono de voz. Debes ser contundente sin sonar agresivo y mostrar seguridad.
- Responder adecuadamente: Si ocurre una conducta disruptiva, no pierdas el control de todo el aula. Aísla al alumno para que el comportamiento no tenga “público”. Una vez se haya calmado, habla con el estudiante, mantén contacto visual y mantén firme tu autoridad.
- Deja pasar las faltas leves.
Las conductas disruptivas causan mucha frustración en los padres pero lo primero que tienes que saber es que no se trata de algo exclusivo. Todos los niños incurren en ellas, así que deja de lado el látigo de la culpa y trabaja en evitar que siga ocurriendo. Para ello es imperativo que trabajes en mejorar la comunicación con tu hijo.
En cualquier relación, la comunicación es sumamente importante para que sea sana. Empieza notando en qué fallas y reconócelo, además, fíjate en cuáles son esas palabras que molestan a tu hijo. Tras un conflicto, da un tiempo razonable para que se “calmen las aguas” y entonces acércate a tu hijo y conversa. Dile qué estuvo mal y cuál fue el desencadenante de todo.
Pero no se trata de hablar y hablar. También debes escuchar de verdad. Recuerda que se enseña desde el ejemplo y cuando lo escuchas, le enseñas que es importante detenerse, escuchar al otro, comprender la situación y dar argumentos. No escuchar a tu hijo llevará a un círculo vicioso que puede escalar y escaparse de tus manos.
Ten en cuenta también que puedes ser el padre o la madre pero no siempre tienes la razón. Ser padre requiere de mucho autoanálisis para crecer personalmente y ser mejor guía. Mira todo desde una óptica constructiva y evolutiva.
Es importante que:
- Sea más asertivo.
- Le des espacio a tu hijo para que pueda expresar mejor sus ideas.
- Enséñales a identificar sus emociones.