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05 de septiembre | 2025
La violencia de género sigue siendo una de las formas más graves de vulneración de los derechos humanos. A pesar de los avances sociales y legales, muchas personas, especialmente mujeres y niñas, siguen sufriéndola a diario. La escuela, como espacio de formación y convivencia, tiene un papel fundamental en la prevención de esta violencia. Y en el ámbito pedagógico, el profesorado es una pieza clave para educar para una sociedad más justa.
Te proponemos en este post un recorrido por los aspectos principales que debe tener en cuenta toda formación docente que combata la violencia machista desde el aula. Esta instrucción debe cuestionar estereotipos, promover la igualdad y enseñar al alumnado a relacionarse desde el respeto. Se analizan aquí los retos, los contenidos imprescindibles, las metodologías recomendadas con ejemplos que muestran que el cambio es posible.
Actúa ya y transforma así tu centro educativo en un espacio que actúe ante situaciones de desigualdad y maltrato.
La escuela es un espacio de aprendizaje pero también de convivencia. Niños, niñas y adolescentes pasan gran parte de su vida en centros educativos, donde no sólo adquieren conocimientos académicos sino también valores, actitudes y formas de relacionarse con los demás. Por eso, la escuela es un lugar estratégico para trabajar en la prevención de la violencia machista. Desde edades tempranas se reproducen estereotipos de género que refuerzan desigualdades: niños que no lloran, niñas que deben ser sumisas o ideas sobre el amor romántico que justifican los celos. Si no se detectan y cuestionan, estos mensajes pueden derivar en actitudes que perpetúan la violencia de género.
La coeducación, entendida como una educación basada en la igualdad real entre mujeres y hombres, es la base para prevenir la violencia machista y debe estar presente en todas las etapas educativas: currículo, lenguaje, organización del centro o relaciones entre los miembros de la comunidad educativa. El profesorado, como referente para el alumnado, tiene la capacidad de transformar estos espacios. Pero para ello necesita formarse y cuestionar también sus propios aprendizajes y prejuicios, a menudo inconscientes.
A pesar de que muchas leyes educativas incluyen la perspectiva de género y la prevención de la violencia machista, en la práctica, la formación del profesorado en este ámbito sigue siendo limitada o muy desigual. Uno de los principales retos es la falta de formación inicial en las carreras universitarias de Educación. Muchos docentes terminan sus estudios sin haber recibido ningún módulo específico sobre igualdad o prevención de la violencia. De esta forma, llegan a las aulas sin herramientas para abordar situaciones que requieren sensibilidad y conocimiento.
Otro obstáculo es la formación continua: a menudo, los cursos disponibles son opcionales o están mal diseñados. Además, existe una cierta resistencia entre parte del profesorado, que no siempre ve esta temática como prioritaria o considera que no le corresponde abordar cuestiones 'personales' o 'familiares' del alumnado. A esto se suman los condicionantes institucionales: falta de apoyo de las direcciones escolares, de recursos materiales o de tiempo para implementar acciones reales. Formar al profesorado requiere, sí, ofrecer contenidos pero también cambiar estructuras y actitudes.
Una formación eficaz para el profesorado contra la violencia machista debe combinar teoría y práctica además de partir de una base sólida en perspectiva de género. Deben adaptarse los contenidos al nivel educativo y a la realidad del centro, acompañados de recursos didácticos que faciliten su aplicación en clase. Estos son 6 de los contenidos clave:
1) Conceptos básicos: qué es la violencia machista, tipos de violencia (física, psicológica, simbólica, económica), ciclos de la violencia, etc.
2) Perspectiva de género: análisis crítico de los estereotipos de género y su impacto en la vida diaria y en la educación.
3) Masculinidades alternativas: promover modelos de masculinidad no violentos, empáticos y corresponsables.
4) Detección y actuación: cómo identificar signos de violencia en el alumnado y qué pasos dar ante una sospecha o caso confirmado. Protocolos de actuación.
5) Educación afectivo-sexual: desde una mirada feminista e inclusiva, que fomente relaciones sanas, libres de violencia y basadas en el respeto.
6) Interseccionalidad: comprender cómo se cruzan otras desigualdades (raza, clase, discapacidad, orientación sexual, etc.) con la violencia machista.
No basta con ofrecer información; la forma en que se imparte la formación es tan importante como el contenido. Las metodologías activas, participativas y basadas en la reflexión crítica son las más eficaces para transformar actitudes. Es importante también crear espacios seguros donde el profesorado pueda expresar sus dudas, revisar sus creencias y apoyarse mutuamente. La formación debe ser un proceso continuo, no una actividad puntual. Algunas estrategias útiles son:
a) Estudios de caso: analizar situaciones reales o ficticias permite al profesorado identificar problemas y pensar soluciones en contextos concretos.
b) Role playing o dramatizaciones: ayudan a empatizar con las víctimas y a comprender el impacto emocional de ciertas actitudes.
c) Dinámicas de grupo y debates: fomentan la escucha, el respeto a otras opiniones y el pensamiento crítico.
d) Recursos audiovisuales: cortometrajes, documentales o campañas pueden ser disparadores de conversación y reflexión.
e) Trabajo interdisciplinar: incorporar la perspectiva de género en distintas asignaturas, no solo en tutoría o valores.
Existen muchos centros educativos que han apostado por formar a su profesorado y trabajar activamente contra la violencia machista. Son experiencias que muestran que, con voluntad y compromiso, es posible formar al profesorado y generar entornos escolares seguros, igualitarios y libres de violencia. Estos son algunos casos inspiradores:
a) Redes de escuelas coeducativas: comunidades autónomas como Andalucía, Aragón o Canarias cuentan con redes de centros que implementan planes de igualdad, con formación específica y seguimiento.
b) Proyectos interdisciplinares: algunos centros han creado proyectos integrados donde se abordan los estereotipos de género desde las matemáticas, la historia o la educación física.
c) Formación entre iguales: docentes que se han formado previamente lideran talleres con sus compañeros, adaptando los contenidos a su realidad.
d) Colaboración con asociaciones feministas: muchas ONG ofrecen formación, recursos y asesoramiento para acompañar procesos de transformación educativa.
e) Uso de protocolos efectivos: centros que aplican con éxito los protocolos de actuación ante casos de violencia, generando confianza entre el alumnado.