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31 de julio | 2025
El racismo y la xenofobia son problemas que, lamentablemente, están también presentes en las escuelas. Hablamos de conductas que ofenden o discriminan a estudiantes por su origen, cultura o apariencia, ya sea en forma de burlas, aislamiento o prejuicios repetidos dentro del aula. Enfrentarse a ellas no es tarea sencilla pero es esencial actuar desde edades tempranas para crear comunidades educativas basadas en el respeto y la igualdad.
Te ayudamos en este post a identificar estos comportamientos y comprender sus consecuencias. Además, te proporcionamos herramientas para actuar. Si eres docente, madre, padre o simplemente alguien preocupado por la educación y el bienestar de los niños, encontrarás aquí estrategias claras para formar ciudadanos respetuosos y conscientes de la diversidad que los rodea fomentando así una sociedad más justa y empática.
Cada gesto cuenta. Descubre ya cómo puedes marcar la diferencia contra la xenofobia y el racismo desde la escuela.
El racismo es una forma de discriminación que se basa en el color de piel, los rasgos físicos o el origen étnico. La xenofobia, por otro lado, se refiere al rechazo hacia personas que provienen de otros países o culturas. En la escuela, estos problemas se manifiestan de muchas maneras: burlas, apodos ofensivos, exclusión de juegos o trabajos en grupo, comentarios que refuerzan estereotipos, entre otros. Son comportamientos que pueden parecer 'inofensivos' para algunos pero que tienen un gran impacto emocional para quienes los sufren.
Para empezar, afectan la autoestima, el rendimiento académico y la salud mental de los menores afectados. Además, si no se actúa a tiempo, pueden reforzar actitudes de intolerancia que se mantendrán en la edad adulta. Es importante entender que el racismo y la xenofobia no siempre se expresan de forma abierta o violenta. Muchas veces se manifiestan de manera sutil o incluso inconsciente, tanto por parte de los estudiantes como del personal educativo. Reconocerlo es el primer paso para cambiarlo.
Detectar el racismo o la xenofobia no siempre es fácil, ya que muchas veces las víctimas no hablan por miedo, vergüenza o porque no saben que lo que están viviendo no está bien. Sin embargo, hay señales a las que debemos estar atentos:
a) Cambios de comportamiento: niños que antes eran sociables y ahora están aislados.
b) Bajo rendimiento escolar repentino.
c) Comentarios como "no quiero ir a la escuela" o "nadie quiere jugar conmigo".
d) Uso de lenguaje discriminatorio entre estudiantes.
e) Grupos que excluyen sistemáticamente a un compañero por su origen.
Los docentes y padres deben observar con atención las interacciones dentro del aula y durante los recreos. A veces, los conflictos surgen en espacios con menos supervisión. También es fundamental escuchar lo que los niños cuentan, sin minimizar sus experiencias. Una buena estrategia es crear espacios seguros donde los estudiantes puedan hablar de sus emociones y vivencias. Las tutorías, las charlas grupales o los buzones de sugerencias pueden ser muy útiles para detectar problemas a tiempo.
Los educadores tienen un rol fundamental en la prevención y abordaje del racismo y la xenofobia. No solo deben intervenir cuando ocurre un conflicto sino también promover una cultura escolar inclusiva todos los días. Una intervención efectiva requiere formación, actitud y compromiso. Es clave que los docentes se capaciten sobre diversidad cultural, derechos humanos y prácticas antidiscriminatorias. Podrán así detectar sus propios prejuicios inconscientes y evitarlos en su práctica diaria.
Los administradores, por su parte, deben establecer claros protocolos para actuar ante situaciones de discriminación. No basta con castigar a quien comete una falta; es necesario trabajar con todo el grupo para reparar el daño y prevenir que vuelva a ocurrir. Incluir en el currículo actividades que promuevan la interculturalidad, el respeto y la empatía es otra estrategia efectiva. Por ejemplo, realizar semanas temáticas sobre distintas culturas, invitar a personas migrantes a compartir sus experiencias o trabajar cuentos o películas que promuevan la diversidad.
Los niños y adolescentes también pueden ser agentes de cambio en su entorno. Es importante enseñarles que no deben permanecer en silencio si presencian una situación de racismo o xenofobia. Algunas estrategias que se pueden fomentar desde la escuela son:
- No reírse con las burlas: aunque parezcan 'chistes', perpetúan el problema.
- Defender a quien es atacado: con respeto, pero con firmeza.
- Buscar ayuda de un adulto: si no saben cómo actuar, deben saber que siempre pueden contar con un docente o familiar.
- Crear grupos de apoyo: fomentar amistades entre estudiantes diversos ayuda a romper prejuicios.
La educación emocional también juega un papel importante. Enseñar a los niños a reconocer y expresar sus emociones, a ponerse en el lugar del otro, y a resolver conflictos de forma pacífica, les dará herramientas para enfrentarse a situaciones difíciles con mayor seguridad.
La escuela sola no puede combatir el racismo y la xenofobia. Las familias tienen una responsabilidad enorme en este proceso. Muchas actitudes discriminatorias se aprenden en el hogar, a veces sin que los adultos se den cuenta. Aunque pensemos que los niños no discriminan, la verdad es que muchas veces replican actitudes que ven en casa, en la televisión o en las redes sociales. Es fundamental que padres y cuidadores revisen sus propios discursos y conductas.
Así, comentarios como "todos los de tal país son así" o "mejor que no juegue con ese niño" transmiten mensajes negativos que los niños absorben rápidamente. Es fundamental que se hable en casa sobre diversidad así como celebrar las diferencias y fomentar el respeto por otras culturas. Puedes usar libros infantiles, películas o juegos para tratar estos temas de forma amena. Participar en las actividades escolares, colaborar en proyectos multiculturales o simplemente mostrar interés por la vida escolar de los hijos ayuda a reforzar el mensaje de que la inclusión es un valor que se vive todos los días.